Filósofo inglés, nacido en Westport, cerca de Malmesbury, en Gloucestershire, el año de la Armada Invencible. De inteligencia precoz, aprendió bien y pronto las lenguas clásicas, hasta el punto de que a los 14 años pudo traducir Medea, de Eurípides, del griego al latín. Tras estudiar en Oxford, en 1608 entra al servicio de lord William Cavendish como tutor, cargo que le vincula a esta familia durante mucho tiempo y que le proporciona la ocasión de emprender repetidos viajes por Francia e Italia que, en París, le relacionan con Mersenne y su círculo de cartesianos, Herbert de Cherbury y Gassendi y, en Arcetri, con Galileo (1636).
Sus primeras obras son una traducción de la Historia de la guerra del Peloponeso (1628), de Tucídides, y un Pequeño tratado sobre los primeros principios (redactado en 1630 y no editado hasta 1889), donde expone su teoría de la sensación explicada según las teorías del movimiento de Galileo, los Elementos de derecho (1640), que en 1650 aparecen divididos en Naturaleza humana y De corpore politico. Con ocasión de la convocatoria del «Parlamento Largo», con el que comienza la Revolución Nacional, huye a Francia, donde permanece 11 años exiliado, y donde redacta quince Objeciones (tercer conjunto) a las Meditaciones de Descartes, que aparecen en 1641, a quien critica desde una perspectiva empirista, e inicia los Elementos de filosofía, que comprende De cive (1642), De corpore (1655), y De homine (1658). Durante este tiempo, entre 1646 y 1648, es tutor de Carlos Estuardo, Príncipe de Gales y futuro rey Carlos II de Inglaterra. En 1651 publica Leviatán, su obra más conocida. Hobbes defiende en ella el absolutismo monárquico sin recurrir a argumentos de derecho divino. La aparición de la obra se produce cuando Carlos I había sido ya ejecutado y en el período en que Cromwell es nombrado Lord Protector de la república, pero ello no le impide volver a una Inglaterra tolerante. Una vez allí, se ve envuelto en una dura discusión sobre la libertad humana con el obispo John Bramhall, de Derri, en el Ulster, y posteriormente en una controversia con dos miembros del denominado «colegio invisible», precedente de la Royal Society (1663), sobre su libro De corpore. Con la Restauración de Carlos II (1660) recibe una pensión real y reinicia la amistad con el rey. Tras el gran incendio de Londres de 1666, se le persigue como autor «ateo» y, en adelante, tendrá dificultades para publicar sus obras. A los 84 años publica su Autobiografía, en versos latinos, y a los 86 una traducción en verso de la Ilíada y la Odisea.La orientación fundamental de todo su pensamiento puede entenderse como una transcripción de la física del movimiento de Galileo a toda la realidad: no hay más que cuerpos en movimiento, y así ha de entenderse no sólo la materia, sino también el hombre y la misma sociedad.
1. Cuerpos y movimiento
Todo cuanto existe es material, todo es cuerpo y la filosofía no es más que la ciencia de los cuerpos. Hay cuerpos naturales, físicos o humanos, y de ellos trata la filosofía de la naturaleza, y cuerpos artificiales, como el Estado, y de ellos trata la filosofía política. Los espíritus existen, pero también son corpóreos; decir «sustancia incorpórea» es lo mismo, e igual de contradictorio, que decir «cuerpo incorpóreo», o «materia inmaterial».
Como materia que es, todo está sujeto a las leyes del movimiento, incluida la vida psíquica y el mismo conocimiento.
2. El hombre natural
El hombre, al que Descartes llama «sustancia pensante», es también cuerpo y nada más que cuerpo; nada se le añade dualísticamente. Los movimientos de este cuerpo humano son los deseos, las pasiones, los pensamientos, el lenguaje o las acciones que juzgamos voluntarias. En realidad, sometido a las leyes causales del movimiento, el hombre no es libre; lo es como el agua que, en su caída necesaria, no se ve impedida de fluir peñas abajo.
3. El hombre artificial
Su teoría política la expone Hobbes en Elementos de la ley natural, De cive y el Leviatán. El «Leviatán», es el hombre «artificial», el Estado, una manera que tiene el arte de imitar a la naturaleza. Se atribuye a sí mismo ser el iniciador de la filosofía política, así como Galileo lo es de la física y Harvey de la fisiología. Si para la filosofía anterior, basada en Aristóteles, el hombre es un «animal político» o un animal social, por lo que tiende naturalmente de forma instintiva a la sociabilidad, para Hobbes, ésta no es más que un acuerdo artificial, egocéntrico e interesado, que persigue como objetivo la propia seguridad y nace del temor a los demás. Resultado inevitable del acuerdo es el «dios mortal», el poder absoluto, el gran Leviatán .
4. La teoría del contrato
Puesto que para el hombre vale la afirmación homo homini lupus [el hombre es un lobo para el hombre], el hombre sin Estado, o sin sociedad constituida, se halla en un estado de «guerra de todos contra todos». Ésta es la situación en que se encuentra Inglaterra en la época de las guerras bajo y contra los Estuardo, y así es cómo cabría imaginar lo que sucedería si desapareciera el Estado en cualquier época determinada. A esto llama Hobbes «estado de naturaleza». En una situación así, el hombre tiene derecho «a todo», incluida la vida de los demás. La catástrofe, pues, no sólo está en ciernes. Sin embargo, en un estado tal de naturaleza el hombre no deja de ser racional y, por ello, la razón le impulsa a salir de este estado; le impulsa a observar unas leyes naturales, las tres primeras de importancia vital:1) El hombre ha de buscar la paz por todos los medios posibles.2) El hombre ha de saber renunciar a sus derechos sobre todo, y a parte de su misma libertad, de acuerdo con la norma de oro tradicional de no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti.3) Los hombres han de cumplir los pactos establecidos. Pero estas leyes -y otras hasta un total de 11, que deduce de estas primeras- resultan imposibles de cumplir si no se establece la fuerza coercitiva de un tercero, del Estado, que obliga a mantener los pactos. El mejor de los contratos es aquel en que se ceden los propios derechos en compensación a la cesión que la otra parte hace igualmente de los suyos, a favor de un tercero -resultante directo de la renuncia de todos-, llamado REPÚBLICA, CIVITAS, LEVIATÁN o DIOS MORTAL. Al que acepta el resultado se le llama SÚBDITO, y al que carga sobre sus hombros el poder de la persona moral resultante, SOBERANO.
FUENTE: Diccionario de filosofía en CD-ROM. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos reservados. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.